El monte de las bienaventuranzas es identificado por muchos estudiosos también con el lugar en Galilea donde Jesús, después de la resurrección, dio cita a los apóstoles antes de enviarlos a evangelizar todas las naciones. (Mt 28,10) [3] Según Mateo el lugar donde Jesús se encuentra con los apóstoles es:
« el monte » (to oros)
la misma expresión con la cual antes había designado el lugar donde Jesús pronunció el sermón: también aquí el recurso al artículo determinativo indica que “el monte”, es decir, el monte por antonomasia, tenía que ser bien conocido por todos los lectores. Además Mt 28,17 añade que aquel monte era el lugar donde Jesús
« etaxato autois » [4]
Esta expresión puede ser traducida de tres modos diferentes:
1. « el monte que Jesús les había indicado »
Esta hipótesis, la más usada en las traducciones modernas, es la más improbable:
- Jesús no menciona anteriormente ningún monte.
- Quien traduce en este modo debe forzar el texto y traducir ou con una locución de movimiento hacia un lugar, “a que”, “al cual”, o bien, para completar el sentido, tiene que añadir “donde Jesús les había mandado ir...”, si no la frase no tiene sentido pleno. El adverbio de lugar ou, (donde) indica de hecho la referencia a un lugar donde había sucedido algo anteriormente.
- La tradición jamás usó esta traducción.
2. « el monte donde Jesús les había instituido »
o sea el monte donde Jesús, según el evangelio de Lucas, eligió y nombró a los doce apóstoles. Esta es la traducción de la Vulgata:
«ubi Jesus contituerat illis»
3. « el monte donde Jesús les había dado sus mandatos »
En este caso, Mateo haría referencia al monte en que Jesús había dado sus mandatos, es decir había pronunciado su discurso fundamental, la nueva ley, la nueva torah sobre el nuevo monte Sinaí.
La segunda y la tercera hipótesis, aun siendo diversas, no se contradicen acerca de la localización del monte.
Otros estudiosos, de acuerdo con muchos padres de la Iglesia, sostienen que este encuentro en Galilea sobre el monte sea también el mismo que con los 500 discípulos. Según Pixner [5] la noticia de la cita con el resucitado se difundió entre los hermanos en Galilea y en la fecha fijada, a mitad del cálculo del Omer, es decir 25 días antes de Pentecostés, se reunieron no solo los 11 sino también 500 hermanos [6]que estuvieron presentes cuando Jesús dio a los apóstoles el mandato de anunciar el Evangelio.
Para concluir: la localización exacta del lugar del discurso es ciertamente difícil. Lo que es cierto es que el monte de las bienaventuranzas es aquel donde Jesús instituyó los doce y pronunció el sermón; además, con grandísima probabilidad, fue el lugar donde Jesús encontró a los discípulos después de su resurrección para enviarles a evangelizar a las naciones.
También es cierto que este lugar fue frecuentado varias veces por Jesús en sus viajes misioneros entre Cafarnaúm, Corazím y las localidades situadas a orillas del mar y que el lugar de los árboles benditos es uno de los lugares que más impregnados están de la presencia de Jesús y se abre a un panorama verdaderamente estupendo sobre el mar de Galilea, donde se desarrolló gran parte de la vida de Nuestro Señor:
« desde su panorama emana una misteriosa fuerza de evocación. Para quien no esté falto de sensibilidad, (es el lugar ideal) para meditar sobre el sermón de la montaña...» [7]
References
[1] Los manuscritos de Egeria llevan la palabra specula, es decir, altura. Algunos han propuesto en lugar de specula la variante spelumca, en particular, en nuestros días, Pixner. Kopp ha criticado esta interpretación: jamás se usa la palabra ascender en referencia a una gruta mientras ella se usa siempre en referencia a una altura. Además el sermón se llamaría el sermón de la gruta y no de la montaña.
[2] CLEMENS KOPP, "Die Heiliegen Sträten de Evangelien", Regensburg, 1.959, pag 265 ss.
[3] Mt 28,10: “Id y anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
[4] Etaxato, etaxato, Aoristo medium de tatto, tattw, mandar.
[5] BARGIL PIXNER, “With Jesus in Jerusalem”, pag. 167.
[6] 1 Cor 15,6.
[7] ISIDRO GOMA CIVIT, El Evangelio según San Mateo, vol. II, pag. 197.